Esa noche, le escuché. Su voz llegó hasta mí traída por la suerte. Me despertó sobresaltado y sin pensarlo le busqué, proyectando con vehemencia mis sentidos hacia fuera. Se dirigía a mí. Con un tono tan firme y seguro que avivó la chispa de vida que todavía se escondía tímidamente en mi interior.